Una vez bien entrado el verano, compartimos algunas de las vivencias que uno de los participantes en los campos de solidaridad de SETEM ha tenido. En su caso ha viajado a El Salvador, y ha conocido in situ proyectos que desarrolla la Fundación REDES.
SETEM lleva a cabo junto a REDES proyectos de cooperación para el desarrollo, como forma de apoyar la mejora de las condiciones de vida de comunidades campesinas en el país centroamericano. Además de eso, la organización salvadoreña ha acogido este verano a participantes de los campos de solidaridad que organizamos cada verano. No solo les han realizado una acogida inmejorable, sino que además se quieren asegurar de que conocerán bien el país. ¡Aquí va su relato!
Las compañeras de REDES nos presentaron un plan para todo el mes. Nos ofrecieron planes turísticos con los que ir conociendo el país cada fin de semana, y cada día viajaba junto a nosotras una compañera. Un día por la tarde nos llevaron a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Allí hay un espacio de memoria histórica que explica la masacre que tuvo lugar en 1989 contra profesorado y trabajadores, y un estudiante de la universidad nos hizo una visita guiada. Es una visita importante, ya que da lugar a reflexionar y relacionar los acontecimientos de la época con las tendencias autoritarias actuales. Agradecemos muchísimo a REDES organizar visitas como esta.
REDES organiza cursos de empoderamiento dirigidos a mujeres en comunidades de ese municipio. Allí enseñan prácticas acerca de la soberanía alimentaria, pero no con lápiz y papel, sino con pala y azada. Organizan cursos en la comunidad, entre carcajadas.
Además de eso conocimos una asociación de mujeres en una comunidad. Esta asociación lleva años gestionando una guardería, una panadería y otros proyectos. Según nos comentaron las mujeres, la situación de 300 familias es grave en los últimos años: no hay empleo, y debido a las medidas de excepción impuestas por el gobierno, los y las jóvenes tienen miedo de salir fuera de la comunidad en busca de trabajo, ya que la policía ha detenido a varios jóvenes.
Algunas veces también han detenido a familiares de las personas detenidas, cuando iban a las comisarías en busca de información. Además, una empresa ha envenenado los acuíferos (algunas personas han muerto), y como no tienen más fuentes de agua el pueblo está en lucha, mientras el Estado mira hacia otro lado.
Otro día estuvimos en una reunión de campesinxs de Berlín. Se reunieron hombres y mujeres de todas las edades. Se han formado sobre agricultura orgánica junto a REDES, y ahora además de producir alimentos más saludables, ahorran un buen dinero plantando y variedades locales no transgénicas abonadas de forma natural. Para algunas de estas personas ha sido su primera experiencia con la agricultura, y les ha valido para mejorar su calidad de vida.
En las plantaciones de café personas que trabajan recogiendo granos no cobran más que 6$ a cambio de una jornada de trabajo completa, según agricultorxs de aquí. El que aparece en la foto, en cambio, es café orgánico de una pequeña productora, que será recogido y vendido por ella misma.
Campos de solidaridad… y turismo
A partir del viernes, los miembros de REDES recorrieron un montón de kilómetros para mostrarnos todos los lugares posibles. Comenzamos conociendo la aldea de El Mozote, donde el ejército de El Salvador asesinó a todos sus habitantes (excepto una, Rufina Amaya, la única testigo). El monumento a los muertos financiado por la ciudadanía, que cuenta con una fosa común bajo tierra, estuvo recientemente en peligro, ya que el gobierno quería demolerlo para construir uno nuevo sin contactar con los familiares de las víctimas.
A la derecha de los nombres de las víctimas aparece la edad que tenían al morir.
Después de El Mozote, en Perquín visitamos el Museo de la Revolución de El Salvador. También es una iniciativa privada para la memoria. En él se exponen fotografías, carteles y armas de la época. También restos del helicóptero destrozado de quien ordenó la matanza de El Mozote.
A continuación partimos de norte a sur. En el pueblo de Zacatecoluca, pasamos la noche en casa de los parientes de un miembro de REDES. Al día siguiente vimos la playa en Jiquilisco (¡incluso manglares!). Soñábamos comer en un pupusódromo, un mítico edificio repleto de restaurantes de pupusas, pero por problemas de tráfico fuimos en su lugar a un restaurante donde servían platos típicos (atola, tamal de elote, yuca cocida, plátano frito…).
Acabamos el fin de semana en San Salvador, cerca de casa, comiendo frutas que nunca antes habíamos visto en el parque natural del volcán El Boquerón. No podemos agradecer suficientemente a las gentes acogedoras de REDES su generosidad y buen humor. Además de los paisajes y la historia del país que hemos podido conocer gracias a ellas, ver la importante labor de empoderamiento que realizan con la gente de las comunidades ha sido para nosotros el aprendizaje más fructífero.
