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    Resumiendo los campos de solidaridad en Ecuador

    Marta y Susana, participantes en los campos de solidaridad de Setem este verano, nos resumen la experiencia vivida en Ecuador.

    «Después de un mes en Ecuador escribimos estas palabritas de agradecimiento aún con la resaca del ‘jet lag’. Destino doble: Guaranda primero, y Riobamba después. Dos ciudades de las provincias serranas de Bolívar y Chimborazo, respectivamente.

    Nos encontramos con una gran acogida, mucha alegría, mucho cariño y, sobre todo, muchísimo trabajo. Íbamos a conocer algunos de los proyectos de Fundación Maquita que Setem apoya. El objetivo, entender mejor la filosofía del comercio justo.campesinas ecuadorGracias a Lourdes, Susana, Aída, Raúl y Hernán hemos podido conocer parcelas de quinoa, maíz y cacao, y a los agricultores y agricultoras que trabajan las tierras de una forma casi artesanal, con métodos sostenibles, enfrentando a las plagas y al cambio climático.

    Ya no llueve cuando debe, a veces hay que plantar semilla hasta tres veces. El costo que supone en tiempo y en dólares es tremendo para familias que dependen de su producto. En un mercado fluctuante a más no poder, en el que un saco de patatas un año cuesta dos dólares y al siguiente veintiocho, es difícil planificar nada.

    En este contexto los trabajadores y trabajadoras de Maquita apoyan a las familias de las pequeñas agricultoras, apoyando en la capacitación para desarrollar proyectos agrícolas, ganaderos e incluso de turismo. Apoyan asesorando en técnicas de mejoramiento de cultivos, promoviendo el desarrollo de abonos orgánicos como el bocashi. Y es que, entre otras cosas, hemos aprendido que la quinoa es un superalimento porque chupa absolutamente todo a la tierra, y después de cosecharla hay que devolverle a la tierra todos esos nutrientes porque si no ya no vale. Ni siquiera hay fertilizante químico que frene la desertización que provoca.

    Además de la producción también se preocupan por fortalecer las organizaciones que son las que pueden exigir mejores precios y mejores condiciones. Por eso trabajan en grupo, llaman a mingas (una forma de trabajo en comunidad similar al auzolana) y constantemente animan a que se compartan tareas pero también discurso y propuestas, iniciativas que mejoren su calidad de vida. En este sentido, y para ayudar a que este fortalecimiento sea duradero, se trabaja el empoderamiento de todos los individuos dentro de del colectivo, haciendo especial hincapié en el trabajo para conseguir la equidad entre mujeres y hombres.

    En resumen, un placer haber conocido la sierra ecuatoriana y sus gentes. Que este pequeño texto sirva para reconocer el trabajo de Maquita y las duras jornadas de sus trabajadores y trabajadoras que sin duda hacen una gran labor de la que nos beneficiamos todas. Cansadas pero muy contentas de todo lo vivido y aprendido les enviamos un abrazo. ¡Hasta la próxima!».

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